2022 - 2025: Tres años practicando vibe coding
El 30 de noviembre de 2022, la IA llegó a nuestras vidas. Pero eso no es lo importante. Lo importante es qué hicimos después.
¡Muy buenas tardes!
Te tengo abandonado 🥲
Me tomé un parón por salud mental, pero tengo ganas de vovler a escribir y contarte lo que estoy haciendo. Y también contarte cosas interesantes que te puedan ayudar en tu día a día como vibe codder.
Pero poco a poco…
Hoy, 30 de noviembre, se cumplen 3 años de que la IA generativa apareció en nuestras vidas y quería dedicarle una publicación.
Hoy vamos a remontarnos en el tiempo y ver que, aunque han pasado tres años y las herramientas han evolucionado mucho, en esencia, las cosas no han cambiado tanto.
Ese 30 de noviembre de 2022, con la llegada de ChatGPT a mi vida, recuerdo exactamente qué pasó en mi cabeza: vi que podía crear cosas que antes creía imposibles sin saber programar. Probé con un proyecto de recomendación de libros.
Y luego vinieron otros proyectos, cada uno revelando nuevas posibilidades.
Sonaré como un abuelo pero, hace 3 años, no existía Lovable. No había Cursor. La IA no tenía memoria, ni proyectos, ni skills. Había ChatGPT. Solo eso.
Así era construir en aquellos primeros meses:
Abría ChatGPT y describía qué quería.
Me daba el código.
Hacía copy-paste en VSCode.
Le preguntaba a la IA cómo ejecutarlo.
Escribía en la terminal lo que me decía.
Se abría el navegador. Pantalla en rojo. Errores.
Volvía a ChatGPT, pasaba el error.
Me daba el código corregido.
Repetía el proceso.
Esto sucedía decenas de veces por proyecto. Un formulario simple podía llevarme horas. Una aplicación pequeña, días.
Pero aquí viene lo importante: cada iteración me enseñaba algo.
Leía el código que la IA escribía. Si no entendía algo, preguntaba. Cada error que aparecía era una lección que aprendía. ¿Por qué falló? ¿Qué línea lo causó? ¿Cómo lo arreglamos?
Eso generaba fricción. Mucha fricción.
Pero la fricción generaba aprendizaje.
Tres años después, el panorama ha cambiado completamente:
Ahora tienes Lovable. Un prompt y tienes una landing.
Cursor te escribe código mientras hablas.
La IA tiene memoria de tus proyectos anteriores.
Los agentes pueden crear tu aplicación mientras duermes.
Los modelos son mejores. Todo es más rápido.
Esto es objetivamente mejor en casi todos los sentidos. Puedes construir en horas lo que antes tardabas días. El tiempo de mercado se reduce drásticamente. Las iteraciones son más rápidas.
Pero la desaparición de la fricción también significa la desaparición de cierto tipo de aprendizaje.
Cuando Lovable te genera una interfaz completa en segundos, no lees el código. No tienes que debuggear el CSS que no funciona. No descubres por qué el botón no responde. La IA lo hace. Tú solo ves el resultado.
Es como si alguien te llevara en coche con una venda en los ojos. Llegas al destino, pero nunca aprendiste el camino.
Antes, cada pregunta a ChatGPT requería reformular. Explicitabas el problema. Ibas construyendo un modelo mental de las cosas. Ahora, las IAs entienden contexto. Basta con “arréglalo”.
Antes, sabías exactamente qué había dentro de tu aplicación porque la habías tocado, línea por línea, error por error.
Ahora, tienes aplicaciones hermosas que no terminas de entender completamente.
Pero no se trata de volver atrás. No quiero sonar como esos desarrolladores que dicen “en mis tiempos programábamos en ensamblador y éramos más felices”.
Se trata de construir de forma consciente.
En estos tres años, mi método ha sido fundamentalmente el mismo: un proceso mix entre pensar, construir, fallar, aprender, y volver a empezar.
Al principio, directamente no tenía PRD. Iba de idea a código. Fallaba, volvía a ChatGPT, contaba qué pasó, probaba de nuevo. Fallaba otra vez. Repetía. Una y otra vez.
Cuando aprendí el concepto de PRD hace algunos años, gracias a Fran Conejos, todo mejoró. No es que pasara de “sin pensar” a “sobre-analizar”. Es que antes tenía la idea clara en mi cabeza, pero no había forma de comunicarla bien a la IA. Un PRD me daba ese contexto común.
Además, antes no tenía sentido pasarle a ChatGPT un documento de varias páginas ya que la IA no tenía memoria… Total, a la conversación siguiente lo olvidaba todo ^^” Gastar tokens de contexto (que eran apenas 4k) en algo que se perdería era ineficiente.
Hoy, con 200k o 1M de tokens de contexto, con memoria y proyectos, el PRD cobra sentido. Pero el método fundamental sigue siendo el mismo: iteración consciente.
Construyes. Falla algo. Vuelves a la IA. Le cuentas qué funcionó y qué no. Buscáis juntos formas mejores de hacerlo. Vuelves a construir. Falla otra cosa. Repites.
La metodología que enseño ahora, lo que llamo “antiprompting” o “vibe coding consciente” (aún no he encontrado el nombre correcto para este concepto), intenta capturar lo mejor de ambos mundos.
Antes de tocar código, construyes un PRD. Un documento que fuerza a pensar: ¿Cuál es el problema real? ¿Quién es el usuario? ¿Qué datos manejo? ¿Qué pasaría si...?
Esa conversación con la IA, esa iteración sobre el qué antes del cómo, reintroduce la fricción del pensamiento.
Luego sí, usas Lovable. Usas Cursor. Usas todo lo que tenemos hoy. Pero ahora construyes desde la claridad, no desde la confusión.
La diferencia es brutal.
Hace tres años, la fricción de las herramientas te obligaba a pensar.
Hoy, tienes que elegir pensar.
Los que van a dominar esto en los próximos años no serán los que mejor usen Lovable. Serán los que mejor piensen antes de usarlo.
Los que construyan sistemas complejos que escalen no serán quienes copian prompts. Serán quienes han pasado tiempo entendiendo la arquitectura, el flujo de datos, los límites de su solución.
Y para eso, necesitas fricción. La buena clase de fricción. La que viene de pensar, contarselo a alguien, que te contradigan, que te expandan lo que dabas por supuesto y volver a pensar.
No vuelvas a VSCode si no quieres. Usa Lovable, Cursor, Replit o Claude Code. Usa lo mejor que existe. Pero antes de empezar, pasa tiempo conversando con la IA sobre el qué. Dibuja flujos. Hazle preguntas. Cuestionate. Oblígate a pensar.
Eso es lo que he aprendido en estos tres años.
Como decía ese viejo anuncio: La potencia sin control no sirve de nada.


